
¡Hola! Hoy quiero hablaros de cómo influyen las emociones en la alimentación de los niños.
Las emociones forman parte del día a día de cualquier niño, por ello, es importante enseñarles a diferenciarlas y escucharlas para que no desemboquen en conductas negativas.
La terapia cognitiva conductual explica que según como pensamos, sentimos, según como sentimos, actuamos y según como actuamos serán nuestros resultados. ¿y esto que tendría que ver aquí?
Es importante que los niños aprendan modelos de referencia que les enseñen a gestionar sus emociones. Las emociones forman parte de nosotros y es importante comprenderlas para poder convivir en armonía con ellas. Es muy frecuente que se les enseñe a que hay emociones buenas y malas; cuando lo más apropiado sería identificarlas sólo como emociones y así no generar un juicio de lo que están sintiendo.
A su vez, es importante que observen qué están sintiendo, incluso aunque sean emociones incómodas y que no busquen acallarlas lo más rápido posible. Por lo general, cuando quieren huir de lo que están sintiendo, recurren a la comida, sobre todo, a la que es alta en grasas y azúcares, debido a su facilidad para adquirirla y porque a nivel cerebral, está comprobado que la comida produce la misma reacción de “felicidad” y “evasión de la sensación presente”, al igual que las drogas o el tabaco.
La serotonina es el neurotransmisor que contribuye al bienestar y la felicidad, pero dejarse llevar por esta sensación tan puntual mediante el consumo de alimentos no beneficia ni a la mente ni a la salud, puesto que su efecto dura aproximadamente 3 minutos. Esto implica que el niño necesitará comer cada vez más, y más seguido, para conseguir sentirse en calma por un periodo de tiempo.
Esta hambre emocional que le ocurre a los niños, es algo más habitual de lo que parece y en muchos casos son consecuencia de lo que ven en su entorno. Es importante que los adultos enseñen a los niños que la comida no soluciona los problemas ni calma las emociones que nos hacen sentir incómodos, y que su función es nutrirnos.
Otro de los factores que conlleva a silenciar las emociones con la comida, es que recurren a alimentos utraprocesados, muy calóricos, con altos niveles de azúcares refinados, que son poco nutritivos y repercuten directamente sobre su salud. En España, alrededor del 40% de los pequeños tienen sobrepeso u obesidad, según un estudio de la Iniciativa Europea de Vigilancia de la Obesidad Infantil de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estos datos significativos deberían servir para tomar conciencia y qué está pasando con la alimentación de nuestros hijos, qué tipo de relación están formando con la comida y cómo las emociones están influyendo en ello.
Para que aprendan a gestionar sus emociones, y aprendan a diferenciar el hambre real del hambre emocional, hay que mantener una relación de confianza con ellos. Dedicarles tiempo para saber cómo se sienten es muy efectivo. De esta forma liberan sus sentimientos, definen sus emociones y gracias a compartirlas, pueden trabajarlas mejor.
Una forma muy entretenida de comenzar a enseñarle las emociones a los niños es ver con ellos películas que hablen de gestión emocional de manera sencilla, como por ejemplo “Del revés”. Así los niños podrán comenzar a reconocer las emociones y luego les será más fácil expresar lo que sienten. De hecho, si los observas inquietos, puedes preguntarles si se sienten como algún personaje de la película y así indagar en sus emociones.
También es importante cultivar actividades que les ayuden a calmar la mente. Existen numerosos cursos y vídeos de mindfulness para niños, yoga para niños, mándalas para niños, entre otros, que sirven para darles pautas y ayudarles a gestionar sus emociones de una forma muy positiva.
Pero también es importante entender que si nosotros no sabemos cómo gestionar nuestras emociones, nos será más complicado enseñarselo a ellos.
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